jueves, 17 de septiembre de 2020

CUANDO EL DESTINO DE LAS "MILLONARIAS DONACIONES" IMPORTA MÁS QUE LA JUSTICIA PARA LAS VÍCTIMAS

 Esta vez no fue el patriarcado fue el capitalismo compañeras, esa manía de vigilar lo que para ustedes es más importante, el dinero, eso se impuso al verdadero objetivo "La justicia para las víctimas".

No mamonas no, exíjanle cuentas al Presidente de la República, a los gobernadores, al de Hacienda, pero en serio a las víctimas???, cuántos MILLONES de lo que ustedes han donado (tono irónico) se está clavando Yesenia Zamudio, Érika...con cuántos MILLONES les alcanza para olvidar su dolor???
Es innegable que dentro del movimiento hay compañeras que creen tener toda la verdad por sus "conocimientos o trayectoria activista" una cosa es esa vivencia y otra muy distinta que te asesinen a desaparezcan a un familiar, basta de andar hablando por las víctimas y mucho menos, cuando ni siquiera te lo piden. Es evidente que existen compañeras que a través de "representar" a las víctimas logran posiciones, proyectos, trabajo, visibilidad, y que llegan incluso a callar a las víctimas, porque las que saben son ellas.
Ahora, cuestionar por qué hay hombres dentro del Frente de familias, cuándo el feminismo se convirtió en vulvismo??? Ojalá compañeras que todos los males del patriarcado se acabarán con los hombres, pero no compañeras, el patriarcado nos habita más allá del sexo-género; hay hombres que también sienten dolor cuando le asesinan a un/a familiar y tienen derecho a luchar por la justicia, pero el hecho que ellos estén ahí es una decisión del Frente, porque la toma les pertenece a ellxs.
Que chido que llegaron a acuerpar, pero las víctimas no son plataforma de conciertos ni de espectáculos, sus historias no están para aplaudirse porque detrás de cada historia hay mucho dolor y pobreza, las víctimas traen su propia agenda nos guste o no a las feministas, basta de pensar que son nuestras víctimas porque las acompañamos.
Basta de la asimilación de luchas compañeras, respeto!!!

¿Las feministas Juntas ni difuntas?

Que con el caso “Casa Refugio” quedó demostrado que las mujeres juntas ni difuntas que las feministas estamos divididas, que somos incapaces de acuerpar al unísono una causa, que la peor enemiga de una mujer es otra mujer bla, bla, bla... fueron algunos de los comentarios en su mayoría de hombres que leí en las notas periodísticas.
Pasa mis queridxs ignorantes y nostálgicxs que el feminismo no es un movimiento petrificado en el tiempo; aquí no tenemos una Che Guevara que nos haga caminar al mismo paso, ni ideólogas tipo Trotsky, este es el único movimiento realmente democrático y asambleísta, aquí no hay comandantas, ni representantas ni jerarquías, ni lideresas, en cuanto despunta un liderazgo y es coptado por el Estado o por los organismos internacionales, de manera inmediata, ese liderazgo es sustituido por una generación pujante; en el feminismo hay libertad de expresión, se cantan las verdades, no se censuran los sentires, aquí no se le corta la lengua a nadie, ni se expulsa del país, así como lo han hecho en el patriarcado por manifestar los desacuerdos.
Las feministas somos tan plurales que no nos ponemos de acuerdo en muchos temas, y les doy una noticia? No nos vamos a poner de acuerdo, porque militamos personas pensantes y sintientes, esta es una lucha donde tener voz propia y defenderla es importante, donde denunciar a las oportunistas en tiempo real es cosa de todos los días, aquí no esperamos que las irregularidades se develen 20 años después.
Aquí no somos diosas, ni se paga a la prensa para que oculten cosas, tenemos grandes y a veces graves contradicciones. Al notarlas buscamos erradicarlas.
En el feminismo exponer las contradicciones es cosa de todos los días, esperar que por el solo hecho de ser mujeres caminemos de la mano como “hijas sometidas de Dios” es un contrasentido y es de una ignorancia supina.
Tenemos derecho a disentir y a partirnos la mandarina en la defensa de nuestros ideales.

jueves, 11 de junio de 2020

¿Las mujeres trans son mujeres?

Artículo de : Patricia Chandomí

¿Las mujeres trans son mujeres?
La respuesta es compleja y no es un monosílabo. Y la respuesta genera otras preguntas ¿quiénes son lo suficientemente mujeres para poder autorizar a otras personas si son mujeres o no?
Eso por una parte, la comunidad trans es reciente si se compara con el movimiento feminista que lleva más menos dos siglos, apenas está haciéndose de un cuerpo teórico e identitario que le dé fuerza. Y algunas personas de la comunidad, ni siquiera toda la comunidad se siente identificada con el cuerpo teórico y de lucha feminista.
Al crearse un nuevo sujeto político que cuestionaba el único sujeto político conocido del feminismo, la mujer; el feminismo tomó distintas rutas de cuestionamiento, y regresó a la pregunta primigenia de las maestras Simone de Beauvoir y Gayle Rubin ¿qué es ser mujer?  La ortodoxia nos llevó al útero y a la genitalidad y entró en tensión la performatividad del género de Butler.
La genitalidad no es la raíz de la opresión de las mujeres y de la supremacía masculina es el pretexto de la organización patriarcal para sostener un sistema de poder que mantiene en desigualdad e inferioridad a las mujeres y a lo femenino.
Pero no podemos reducir todo a la genitalidad, hay algo que distancia a las mujeres y a las mujeres trans, la apropiación de los medios de reproducción, parafraseando a Shulamit Firestone.
Hay un férreo control patriarcal del cuerpo de las mujeres biológicas, el inicio de su primera relación, el número de hombres o mujeres que pasan por su vida sexual, la heterosexualidad, sus matrimonios, sus embarazos y lo principal, la maternidad. Por todos los medios el sistema patriarcal se asegura que la maternidad sea el sello de identidad femenina.
La hembra humana, en palabras de Kate Millet está por el simple hecho de tener una genitalidad femenina animalizada, se parece más  a la hembra vaca, a la hembra coneja y menos a la intelectualidad superior de su par varón humano.
La genitalidad femenina también te coloca en desventaja y  desigualdad en una familia patriarcal; ahora las personas trans no viven ese proceso. Viven otros, pueden ser mejores o peores pero igual son efecto del sistema patriarcal.
Las burlas, la represión, la vergüenza, las terapias de conversión, golpes, encierro, prohibición de identidad, sentido de culpa, destierro, forzamiento a relaciones heterosexuales, transfeminicidio íntimo de parte de algún familiar, muchas veces el propio padre o madre, son parte de las tecnologías de sometimiento de las mujeres trans. Si bien ambas tecnologías de represión  para mujeres biológicas y mujeres trans  son efecto del sistema patriarcal y su organización más antigua la sexo-genérica, hay variantes en la vivencia del sometimiento del cuerpo, y a veces esas variantes nos llevan a verdaderas confrontaciones.
Una cosa hay que tener clara, no toda la comunidad transfemenina quiere ser feminista. Y es justo ahí, donde entra otra tensión, porque a veces la bandera principal de la comunidad es que se les reconozca como mujeres y eso tiene su grado de complejidad ¿quién les dará ese reconocimiento? ¿la sociedad? ¿otras mujeres? Y nos lleva nuevamente a la pregunta primigenia ¿qué es ser mujer?
El empecinamiento de algunas personas transfemeninas, léase bien – ALGUNAS- de performar la feminidad, llega a ser un contransentido con el movimiento feminista. La comunidad llega a alentar los concursos de belleza, el consumo de cirugías estéticas basado en un único modelo de belleza, un grotesco lenguaje que  pone al centro: el culto al falo, un desinterés por la política, una aparente gozo por convertirse en objeto del deseo sexual masculino  y en ocasiones una competencia con las mujeres biológicas para ver quién es más mujer.
Mujeres trans que iniciaron su conversión tarde, después de muchos años de ser socializados varones, aún conservan la agresividad misógina y justo esas mujeres luego suelen abarcar la narrativa trans visible. Y el movimiento feminista luego se esencializa en la genitalidad que tiene su explicación, pero no debemos cristalizar la discusión en ello.
Cómo olvidar aquel diálogo de una actriz trans en una serie, que se autonombró más mujer que una mujer biológica. ¿Quién da las credenciales de mujer? ¿Por qué la comunidad transmasculina no está enfrascada en esa discusión de querer ser reconocidos como hombres por los hombres? Se refuerza el estereotipo femenino de buscar la aprobación.
Pero jamás, ni mujeres biológicas ni mujeres trans lograremos ser suficientemente mujeres; porque esa identidad es compleja, no hay una mujer universal y única, hay muchas formas de ser mujer, incluso de dejar de serlo, hay flujos, marañas, laberintos, intersticios que rompe con la imagen de una identidad cristalizada de mujer, ser mujer del sur o del norte, del siglo XX o del XXI no nos da, una identidad fija en el tiempo.
Dentro de la práctica feminista siempre una está redefiniendo y problematizando los significados petrificados del ser mujer, y esa práctica la hacemos extensiva a nuestra compañeras trans que quieren estar con nosotras. Porque no a todas les interesa en palabras de Gloria Bonder mantener la chispa, de la subversión del género. Hay compañeras trans que seguirán en su práctica por ganar la corona de la mujer más mujer y encontrarán mujeres biológicas que les seguirán el juego distractor, y no estamos obligadas a respetar estos infructuosos concursos.
Sin embargo, desde el feminismo, las mujeres queremos salirnos de esa etiqueta MUJER, no acuñamos los símbolos con los cuales nos define el patriarcado, y eso lo han entendido varias compañeras trans que están caminando dentro del movimiento feminista, haciendo autocrítica de la comunidad trans y su reproducción patriarcal.
Aquel adagio de “Divide y vencerás” que el patriarcado capitalista sabe muy bien cómo operar ha funcionado en las poblaciones oprimidas, en vez de seguir insistiendo en qué nos separa,  qué identidad nos convoca más y quién la cumple mejor, debemos aprender a descarrilar el tren en el mismo sentido, porque nuestra opresión como mujeres diversas tiene el mismo origen.

lunes, 17 de febrero de 2020

La guerra contra las mujeres

*In memoriam: Fátima
  • ¿Por qué nos están matando?
2019 fue el año con las movilizaciones más concurridas e inéditas de mujeres, miles, desde la Argentina hasta Turquía protestando contra la violencia machista.
En América del sur, estudiantes visibilizando el acoso sexual universitario, en el centro del continente, la rabia universitaria exigiendo que las autoridades dejen de invisibilizar y naturalizar el acoso sexual en las aulas, además la rabia imparable contra los feminicidios se manifestó en la pinta de  mensajes en monumentos históricos, era increíble ver en pantalla a mujeres llenas de coraje rayando, pateando, gritando…las mujeres son transmitidas de formas diversas: bailando, modelando, entreteniendo con su cuerpo, canto, candidez, pero no PROTESTANDO.  Las Mujeres no pedían trabajo, ni mejores salarios, ni paridad, pedían vivir, una demanda absolutamente reducida, pero, indispensable para poder exigir otros derechos.
Así como el 2019 fue el año con las movilizaciones más inéditas de mujeres también fue el año en que la violencia contra nosotras  se recrudeció, el mensaje de odio llegó con toda su brutalidad a las infancias femeninas.
Por qué entre más derechos ganamos más violencia recae sobre nosotras? ¿Por qué los feminicidios aumentaron? ¿Qué le antecede a un feminicidio? ¿Quién y cómo puede prevenir los feminicidios?

  1. La guerra contra las mujeres

¿Hay una guerra contra las mujeres? Podría pensarse que se exagera al hablar de una guerra. La guerra es una forma de conflicto social, económico y político entre dos grupos humanos, donde un grupo armado trata de someter al otro, con el propósito de controlar recursos naturales o humanos, exigir un desarme, un tributo, imponer una ideología, religión, despojar de propiedades,  beneficiarse de servidumbre o desaparecer al otro grupo humano.
Para dimensionar y llamar la atención, sobre la gravedad de la situación que viven las mujeres he decidido usar el concepto de guerra, dado que se trata de un sector de un grupo humano con poder tratando de someter a otro grupo humano con fines de sometimiento.
Hay una protesta política de un sector masculino que se niega a reconocer la libertad de las mujeres, a verlas como personas y sujetas de derechos. La guerra se manifiesta con una violencia ilimitada en sus más variadas manifestaciones: violencia física, psicológica, sexual, política, etc.
Se refuerza con la impunidad y desinterés institucional hacia los varones que se ven cuestionados y desafiados en su autoridad y creencias. Sigue siendo enormemente difícil asegurar justicia para las mujeres en contextos en donde la debilidad institucional, la corrupción y la violencia suelen socavar rutinariamente el gobierno de la ley (Molyneux; 2010: 14).
Los procedimientos legales están permeados por los valores e ideologías de los jueces y abogados, quienes la             mayoría de las veces devalúan a las mujeres […] las mujeres tienen que demostrar que no provocaron el delito y             los jueces suelen basar su fallo en la reputación de cada una de ellas dentro de su comunidad […] en el sistema         judicial nacional, los funcionarios despliegan ideologías de género que reproducen las concepciones y las     interacciones patriarcales (Baitenmann; 2010: 66-67).
La guerra contra las mujeres se expresa en el desprecio a sus ideas, en la exclusión de éstas de espacios de poder y de toma de decisiones; en la cosificación de las mujeres: son porque se ven de tal o cual manera, se insiste en ver la belleza y juventud como atributos esenciales de su existencia; se coloniza su tiempo con tareas que las dejan exhaustas, se busca por todos los medios convencerlas de su inferioridad y de su realización como ser humano, en la paz del hogar y del matrimonio, pero sobre todo, se legítima el uso de la violencia de cualquier tipo, como mecanismo de control, ante su posible insubordinación.
La violencia misógina es la muestra visible de diversas formas de opresión, repudio, daño y abandono de las mujeres. La violencia hacia las mujeres siempre es progresiva, se articulan varias violencias, psicológica, física, económica, patrimonial, etc; si bien, quienes ejercen estas violencias en la mayoría de los casos, son hombres concretos, todos, de alguna manera, están protegidos por el sistema patriarcal, al tratar los delitos que cometen contra las mujeres como sin importancia, a veces entendido como necesario y  al fomentar la impunidad institucional que caracteriza las violencias cometidas contra las mujeres.
Al final de cuentas, los hombres no están recibiendo ningún incentivo ni coercitivo ni civilizatorio para dejar de ser violentos, su máximo representante en la jerarquía del poder, en este caso el presidente de la república les ha dado la razón al silenciar la guerra, con la ventaja de tener no sólo el monopolio de difusión a gran escala con su mañanera, sino de hablar en representación de todos sus pares varones y poner en agenda los temas importantes, la guerra contra nosotras no se erradica ni se nombra, sólo se ejecuta.

Bibliografía
*Baitenmann H., Chenaut V., y Varley Ann. (Coords.) (2010). Los Códigos del Género. PUEG-UNAM. México.
*Molyneux, Maxine (2010), Prefacio. En: Los Códigos del género. Baitenmann, Chenaut y Varley, coordinadoras. PUEG, UNAM.